En un fragmento del primer capítulo de “La victoria que no fue”, de Óscar Camacho y Alejandro Almazán (Grijalbo) se describen con lujo de detalle los desplantes de campaña de Andrés Manuel López Obrador hacia los diarios nacionales e internacionales.

Cada vez que sus colaboradores le insistían sobre entrevistas para medios escritos, Andrés Manuel les decía textualmente y sin recato: “La prensa me da güeva”. Se le había olvidado que él nació en la prensa escrita, que no se curtió por la televisión ni por la radio.

“¿No sé qué les pasa a los periódicos?”. Decía Andrés Manuel en las juntas de los lunes en su casa de campaña. “Nos tratan muy mal ya se parecen a Reforma y a Crónica”.

Andrés Manuel nunca dejó un resquicio de duda, él era el estratega de toda la campaña y la voz de un candidato no se contraviene, aun cuando el subordinado sepa que una mala táctica sólo alimenta la derrota.

Algo que no es fácil de olvidar, es haberse peleado con uno de sus aliados históricos: La Jornada, y es que en su desdén por la prensa, López Obrador no cuidó el trato ni siquiera con sus aliados.

Después de Semana Santa cuando los días felices de Andrés Manuel terminaron, Carmen Lira directora general de La Jornada y entrañable amiga de López Obrador, decidió retirar de la gira al reportero y al fotógrafo del diario; La campaña, determinó, se cubriría únicamente con corresponsales del periódico. Para algunos tabasqueños lopezobradoristas la razón de la directora general del periódico fue una frivolidad, los desplantes de César Yañez, el vocero.

Pero hay otros lopezobradoristas que también saben del asunto, y que cuentan que La Jornada buscó, legítimamente y como cualquier otro medio, un convenio de publicidad con la coalición. Carmen Lira envió a los publicistas del diario a buscar personalmente a López Obrador, pero el candidato ni siquiera los recibió y los envió con Leonel Cota, presidente nacional del PRD. Cuando la gente del periódico estuvo con el sudcaliforniano, éste les dijo con cierta petulancia que no había dinero y que dejaran de molestar.

Deberías de firmar un convenio con La Jornada Andrés, le aconsejaban algunos de sus colaboradores.

¿Y por qué? respondía inescrutable.
Pues porque es La Jornada.
No, para mí es un periódico como cualquier otro, su trabajo es informar, no tengo por qué pagarles para que informen.

En las sobremesas, Andrés Manuel siempre esquivó las preguntas de los reporteros, pero los divertía cuando asumía el papel de traductor del lunfardo tabasqueño: “Zangavilote quiere decir un pendejo grandote”. Mientras picaba la comida y se la empujaba con agua, optaba por hablar del béisbol y de las proezas del bateador mexicano Beto Ávila en Cleveland, Baltimore, Boston y Milwaukee, se jactaba de ser un buen catador de café, recordaba estampas de aquellos días del desafuero cuando panistas y priistas quisieron enviarlo a prisión, y contaba anécdotas de su Tabasco.

Sólo unos cuantos sabían por qué Andrés Manuel actuaba de esa manera, en su razonamiento López Obrador pensaba que los reporteros que cubrían sus giras sólo debían dar cuenta de los discursos que ofrecía en los mítines, no le interesaban las entrevistas banqueteras, pues creía que el mitin de ese día con la plaza a reventar quedaría como mera anécdota, deseaba que sus propuestas llegaran a la gente a través de los medios sin tener que pagar por ello. En esa lógica también determinó no dar entrevistas exclusivas a nadie, ni medios locales, ni nacionales, ni internacionales.

En Tijuana, por ejemplo, Jesús Blancornelas el hombre que retó al narcotráfico y sobrevivió para contarlo, le pidió una entrevista, Andrés Manuel dijo a sus colaboradores:

“¿Blancornelas?
¿Quién es Blancornelas para darle una exclusiva?, no, se van a enojar los otros medios si se la doy, yo no voy a estar con los periodistas de élite”, y no se la concedió.


Pero en los días en que a López Obrador se le ocurría conceder entrevistas, lo hizo directamente con los conductores del rating en radio y televisión, con esos periodistas de élite que despreciaba en los estados. Nunca se las dio a los reporteros que lo cubrían, ellos como los mítines, parecían simples juegos pirotécnicos.

La primera entrevista de la gira, por ejemplo, Andrés Manuel decidió concedérsela a Tv Azteca desde el municipio más pobre del país, Metlatónoc, Guerrero, López Obrador salió a cuadro a las siete de la mañana. Todos los reporteros se acercaron para entrevistarlo o al menos para grabar algunas de sus palabras después de la veda informativa que el IFE había impuesto a los candidatos, pero Andrés Manuel los paró en seco diciéndoles que no iba a hablar con ellos, que se esperaran al mitin. Edith Gómez de W Radio fue la única que lo enfrentó: “Qué poca madre”, y Andrés Manuel se quedó trabado.

Para Andrés Manuel era entendible actuar así: “Ellos preguntan lo que quieren y yo respondo lo que quiero, no me pueden obligar”, y está en su derecho, el problema radicaba en que sus acciones con los medios no obedecían a una estrategia sino a un hartazgo.

Por eso, cuando en infinidad de ocasiones Andrés Manuel se ha dicho ser víctima de los medios, su discurso deja de lado todos los errores que tuvo en campaña, la ausencia de una estrategia real para medios electrónicos, su desdén hacia la prensa, su flojera para dar entrevistas.

Fue más de uno quien le sugirió que debía conceder algunas entrevistas a medios escritos, Andrés Manuel, sin embargo siempre respondió: “La prensa me da güeva”.

Un columnista de The New York Times se fastidió de esperar y terminó platicando con los lopezobradoristas para escribir su columna. El reportero del Washington Post lo esperó en La Paz, Baja California Sur para una entrevista nocturna y Andrés Manuel se la concedió hasta el día siguiente a las 5 de la mañana. Si esa suerte corrían los periódicos más influyentes del mundo, ¿qué esperaban los demás?

Con la televisora Al Jazeera ocurrió lo mismo, el canal más prestigiado en Medio Oriente recibió un contundente “no” a su solicitud de entrevista después de viajar miles de kilómetros únicamente para entrevistarlo a él, pues para la empresa árabe López Obrador sería el próximo presidente.

“Andrés fue el antimarketing”, nos dice un lopezobradorista; “Todos vienen a buscarte, te dan como ganador ¿y les sales conque no quieres recibirlos?, eso sin lugar a dudas fue un gran error”.

Se dice que sobre el escritorio de César quedaron más de 150 solicitudes de entrevistas sin respuesta. Todo porque en las sobremesas Andrés Manuel prefirió seguir arisco, hablar del béisbol, del buen café de altura y traducir que camaján, en tabasqueño, quiere decir verdadero hijo de puta.

Información Milenio Diario
5 Noviembre 06


Etiquetas: